Vivimos dentro de un mundo fantástico en el cual justificamos todas las acciones del universitario problemático como si fueran gestos de amor, ocultando de esta manera el machismo de sus actos, lo posesivo y controlador de sus preguntas y lo arcaico de sus pensamientos e ideologías. Y utilizo el masculino porque, por mucho que no nos guste, los malos del famoso cliché siempre son ellos
Por culpa de este estereotipo tan dañino para muchas chicas jóvenes, estamos volviéndonos demasiado permisivas. Ahora perdonamos cualquier falta de respeto o infidelidad sin pensárnoslo dos veces. Nos compran con palabrería barata de manual y una caja de bombones, con falsas promesas e ilusiones. No digo que no haya que perdonar, siempre y cuando no olvidemos.
Amor es respeto. Amor es confianza, fidelidad, pero por encima de todo, respeto. Comprender a la otra persona y respetar su intimidad, gustos y amistades. Dejarla libre para que tome sus propias decisiones.
Amor no es dejar que tu chico te controle los mensajes y te diga cómo vestir porque con esa falda tan corta pareces una puta. Amar no significa encerrar el alma de una persona libre en una jaula. Amar a tu pareja no es darle una paliza cada vez que no hace algo de tu agrado. Porque como todos sabemos ya, si este tipo de relaciones tóxicas no se cortan pronto, la cosa puede acabar en tragedia. Si no, que se lo pregunten a las 55 mujeres asesinadas en España a manos de sus parejas este pasado 2017.
Yo lo tengo claro. ¿Que si quiero un chico malo como los de las películas? Ni aunque me lo regalen. Para mala, ya estoy yo.
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