24 de marzo de 2017

16 años

Se supone que según te vas haciendo mayor y vas madurando, empiezas a ver las cosas de otro modo. Las ideas se van aclarando, dicen.

Se supone que ser joven es fácil. Estamos en la flor de la vida, la época en la que hay que experimentar, probar cosas nuevas. Ir de fiesta, emborracharse, vivir la vida loca. Lo que algunas personas (adultos, en su mayoría) no entienden, es que esta es la etapa de las decisiones. Hasta ahora, todo era coser y cantar. Si fallabas en algo, siempre estaban papá y mamá ahí, preparados para ayudarte. Una mala nota en un examen no importaba tanto. Las peleas con los amigos duraban apenas un día, hasta que los volvías a ver en el recreo del día siguiente.

En su momento, todas estas cosas nos parecían el fin del mundo, lo peor de lo peor. ¡Qué ingénuos! Lo que daría yo por volver a esas peleas infantiles, que si Pepita me ha llamado tonta, que si Jaimito me ha tirado del pelo...

Ahora, todo es más difícil. Tienes que andar con pies de plomo, porque ahora es cuando todo empieza a contar de verdad. Todo lo que haces determina tu futuro, por lo que ya no se puede tomar nada a la ligera. Al cumplir 16, obtienes privilegios: poder entrar al mercado laboral, conducir una scooter... pero nada llega solo. Aumentan los privilegios, suben las responsabilidades. Y llega un momento en el que ahoga.

El año que viene, primero de Bachillerato. Toca elegir las optativas, elegir el rumbo que tomará tu vida. Pero, ¿y si no sabes qué escoger? Apenas tenemos 16 años, estamos perdidos. Y lo único que hacen para ayudarnos es entregarnos una hoja y decir: "Venga, elige". Algunos lo tienen clarísimo, otros no tanto. Y la presión no ayuda a decidirlo.

Hay veces en las que me pregunto si de verdad esto merece la pena. Pasarte toda tu juventud estudiando, para luego estar la mitad de tu vida trabajando en el mismo lugar. Eso, si encuentras empleo.

Pero bueno, es lo que toca. Hay que apechugar con ello. Como dijo un filósofo alemán llamado Schopenhauer, "toda vida es sufrimiento". Es verdad que la vida es dura, no lo niego. Pero mientras queden momentos buenos de los que disfrutar, cualquier sufrimiento merece la pena.



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